sábado, 20 de septiembre de 2014

«en los márgenes/ nuestra voz» - cuatro poemas de Enrique Cabezón

 
 
  
 
  


 
 
La escritura poética como contra-dicción
 
Desdecir de Enrique Cabezón es, ante todo, una apuesta poética radical: se propone investigar qué sobrevive a la tachadura. Como un palimpsesto (de sentido), nos desplaza a otra inscripción, condenada al pie de página. Lo visible –apenas unas palabras rescatadas- aparece como resto de una escritura sumergida: un trazado negro que hunde (parte de) lo dicho para dar lugar al nacimiento de otro poema. Un des-decir: avanzar contra, negando o reformulando lo dicho.

El poema, entonces, como batalla. Con la fuerza de la condensación que suplementa el texto inicial, como la base sumergida de un témpano que sostiene lo legible. En efecto -por retomar algunas reflexiones de Gamoneda-, el poema nace en la tachadura o, lo que es lo mismo, en el trabajo de la reescritura. Incluso el texto a pie de página ya es supresión/alteración de uno previo, ya desaparecido.

Puede que la mejor poesía sea posible por ese desdecir continuo, por esa resistencia a lo cristalizado. La escritura poética como contra-dicción: un discurso a contramano que arremete contra un sistema de reglas que ahogan el pulso.

Desdecir se mueve ahí. No por azar Enrique Cabezón retoma la «logofagia» de Miguel Ángel Ullán: permite ahondar, precisamente, en ese acto de borrado que no se limita al olvido sino que advierte de una desaparición, del discurso en los márgenes, de la contingencia de toda soberanía. Así, el tachado se convierte en una empresa política que destituye la idea misma de una Escritura final, plena, concluida de una vez por todas. Recuerda con Valery que los poemas no se terminan sino que se abandonan.

La imposibilidad de un término, sin embargo, no niega el deseo de un recomienzo. Sin temor a remover los escombros, en busca de lo decisivo, de aquello que cuenta y posibilita el cuestionamiento de los discursos heredados. ¿No es esa contra-dicción lo que, justamente, requerimos para rebelarnos ante un presente asfixiante?
 
Arturo Borra 

 

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